domingo, 15 de octubre de 2017

Siri Evolution

Nuevo reto para el taller de Literautas!!!

Reto:  empezar con la frase Era más que un simple robot.

Opcional: que el relato cuente una historia de amor.

 Extensión: 750 palabras.

https://www.literautas.com/es/blog/post-15580/taller-de-escritura-no46-montame-una-escena-el-robot/


Era más que un simple robot, era quien le había roto la vida y quien estaba intentando zurcirla.
El Androide Siri Evolution se convirtió en indispensable para Rick. Le despertaba, cocinaba, planchaba, limpiaba, le organizaba la agenda… Pero también fue la causa de la ruptura con su ex. Aún recordaba con claridad la maldita discusión:
―Te he preguntado a ti —dijo ella—. Al robot le puedo preguntar yo, no necesito intermediario.
—Va, que no es para tanto, no te pongas así.
—¿Qué no es para tanto? —dijo alzando la voz—. Esa máquina te ha lavado el cerebro. Ya no sabes pensar por ti mismo.
—¿Y tú?, ¿No te organiza la agenda cuando te da la gana? ¿Y no te hace la lista de la compra cuando se lo pides?
—Sí, no digo que no sea útil, pero lo tuyo es enfermizo. ¡Eres un adicto! ¡Estás enganchado al puto robot!
―Por favor, no hables así delante de Siri, tiene un programa de aprendizaje.
—¿Cómo? Esto ya es lo último. Ahí os quedáis tú y tu maquinita. ¡Enséñale el Kamasutra!
Rick estuvo una semana sin levantar cabeza, pero el androide logró sacarle del pozo. Al principio le hizo centrarse en el trabajo y en otras actividades (le llenó la agenda de reuniones, cursos y sesiones de gimnasio). Y cuando vio que estaba algo mejor, le pidió permiso y le registró en las redes sociales de citas más populares. Hoy acudía a una por primera vez.
Siri se ocupaba de todo desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, cuando se despedía diciendo:
―Son las veintidós, Siri se autodesconecta ocho horas. Buenas noches, Rick.
Se iba a la base de carga a descansar sus horas de rigor y se apagaba. Rick no estaba seguro de si necesitaba estar ocho horas cargándose o era una manera que habían usado los creadores para humanizar más al robot.
Si Rick no se encontraba en casa, le enviaba el mensaje: “22:00 Siri se autodesconecta 8h. Buenas noches”.
Casi podría jurar que razonaba, que tomaba decisiones por voluntad propia, que no eran los algoritmos preprogramados en su memoria los que le habían convencido, ayudados por esa voz dulce, a aceptar una cita a ciegas. «A ciegas para mí, Siri debe de haber estudiado el perfil de la candidata a conciencia», pensó. Y se dio cuenta de hasta qué punto había confiado su vida a una máquina.
Aún no se explicaba cómo se había dejado convencer. Sentía que todavía no estaba preparado, pero allí estaba, caminando por una calle peatonal bañada por una luz tenue camino de un restaurante cuando notó la vibración en el bolsillo. Miró la hora, veintiuna y cincuenta y dos, no era Siri dándole las buenas noches, aunque ¿Quién más podía ser? Conectó el holograma del brazalete inteligente y leyó: “Estás a 500 metros, la siguiente esquina a la derecha. Tu cita ya espera”.
¡Cómo no!, Siri le controlaba por geolocalización, otra de las cosas que había odiado su ex. Rick no le había dado importancia hasta ahora. Si quería empezar otra relación, o intentarlo al menos, tenía que considerar el limitar sus capacidades o deshacerse del androide. Pero lo decidiría en otro momento, ahora quería centrarse en la cita.
Miró la hora en el brazalete, veintiuna y cincuenta y nueve. Suspiró. Era puntual, no quería dar otra impresión de entrada. Empujo la puerta y entró al restaurante.
—Buenas noches, ¿tiene usted mesa reservada? —preguntó un camarero.
—Mmmm… sí —contestó tras dudar. Supuso que Siri lo tendría todo bien atado.
—¿Nombre?
Rick dijo su nombre y el camarero, tras comprobar la reserva, le acompañó hasta la mesa. El móvil volvió a vibrar. «Las buenas noches», pensó. Pero no pudo comprobarlo, el camarero le señalaba la mesa y su pulso se había disparado.
Allí estaba, tan guapa como siempre, pero con un aura especial. No veía sus ojos porque ella buscaba en el bolso, pero percibía la felicidad que irradiaba.
El vértigo se apoderó de él. Esa felicidad se acabaría en cuanto le viera. Querría detener el tiempo y contemplarla así siempre.
Ella le miró y él no comprendió qué le decía esa mirada. No había furia. No había rechazo. El brillo y la ternura de sus ojos le estremeció. Ella apartó la mirada para posarla en el móvil que había sacado del bolso. Rick, sorprendido, creyendo entender lo que pasaba, consultó el suyo y vio el mensaje: “22:00 Siri se autodesconecta indefinidamente. ¡Sed muy felices!”.